jueves, 29 de julio de 2010


● → El desencanto fue casi tan inmediato como el reconocimiento. Me dejé caer de rodillas allí mismo, al borde del claro, y empecé a respirar entrecortadamente.
¿ Para qué ir más lejos ? NADA me detenía allí, NADA, salvo los recuerdos que podía invocar cuando quisiera
-Siempre que estuviera dispuesta a soportar el correspondiente DOLOR- y, la pena que ahora me embargaba me había dejado HELADA. Aquel sitio
no tenía nada de especial SIN ÉL.

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